Borges está considerado el escritor argentino emblemático de este siglo. Sin embargo, pocos lo han leído. Sus pasos sí fueron seguidos, con elogios y críticas, por muchos de sus colegas. En este caso, ?Antiborges?, editado por Vergara, condensa 16 textos que atacan la escritura y el pensamiento borgeano.
En 1981, en una recordada entrevista radial en el programa "La vida y el canto" conducido por Antonio Carrizo, Borges manifestó: "Cuando he leído algo adverso he pensado: yo hubiera podido escribir algo mucho más adverso que esto, qué buenos son conmigo. Siempre tengo la sensación de la indulgencia de la gente, de que me perdonan, de que se han habituado a mí, que soy quizás una mala costumbre argentina, nada más. El elogio es incómodo".
El sociólogo Martín Lafforgue ha compilado en "Antiborges" 16 textos adversos al autor de "El Aleph". Según Lafforgue, Borges "ha ingresado al exclusivo panteón de los mitos nacionales. Es el nuevo ídolo de un Olimpo en el que se codea con muchas de las figuras que en vida supo abominar con envidiable fervor. ¿Qué más se puede decir sobre él? ¿Qué queda por explorar de su obra? ¿Es posible establecer cierta distancia del elogio sistemático? A partir de estas preguntas, decidí reunir textos que recorrieran un arco temporal de casi un siglo -el ciclo borgeano- con puntos de vista ideológica y estéticamente contrapuestos. He seleccionado algunos textos porque son muy difíciles de encontrar por estar agotados o inéditos; otros por la indudable repercusión e influencia que han alcanzado en un momento sociohistórico determinado y, finalmente, están aquellos que, debido a su particular interés me pareció importante incorporar".
LA IMAGEN COLONIZADA
"Jorge Luis Borges, el escritor más representativo del grupo Sur, proclamó en 1928 su adhesión a la candidatura de Hipólito Yrigoyen. Cuando éste fue derrocado se convirtió al arte puro. Desde entonces, ha pasado a ser un escritor canónico. Usando una palabra de la que gusta, una superstición. A pesar de sus valores innegables, Borges no sobrevivirá, pues todo un período de renuncia argentina yace en su castidad poética. En ese sentido, su misión de escritor prototípico de una época ha sido cumplida.
El rasgo definitorio de la obra de este escritor es su desdén por lo argentino y refleja la suficiencia de las clases altas que asisten a la caída de Yrigoyen. A este hecho debe agregarse una concepción de la historia argentina mezcla de mitrismo y liberalismo oficial, en el cual las masas son juzgadas como fantasmas resucitados de la barbarie. El gaucho, el caudillo, la montonera -hoy los "cabecitas negras" o "pelos duros"-, estremecen a este escritor delicado. La suya es la literatura de un período que vegeta a la sombra de una minoría ilustrada usurpadora del poder con sede en Buenos Aires, la ciudad puerto. En la atmósfera de esa época nace esta literatura fría e insincera que, previo un cerrado despego sociológico de lo colectivo, revive deformados tipos que pretenden ser populares. Su arte, con raíces lejanas en el ultraísmo, que nunca abandonó del todo, coincide con esta oposición radical de las clases altas a toda renovación realista o naturalista del arte.
Son conocidas las investigaciones de Borges sobre el máximo poema nacional argentino, el Martín Fierro de José Hernández. Borges desarrolla sobre Martín Fierro, las siguientes proposiciones:
1) Es una obra inculta alabada por críticos incultos por ley de afinidad.
2) No es un poema nacional, pues el personaje es un delincuente.
3) El Martín Fierro forma parte de la historia del compadraje, es un bárbaro éticamente inferior.
4) La obra es una novela en verso, infantil por su monologar limitado.
La intención de esta labor ha sido desvalorizar el contenido social del poema, su significado histórico y reducirlo a mera expresión estética. Detrás de esto hay, además, el propósito de despojar al arquetipo de toda connotación colectiva, de transformarlo en un hecho humano accidental. Y es que con toda razón percibe en Martín Fierro la conciencia de una clase social oprimida y desplazada por la misma cultura de cuyos valores parte Borges para enjuiciarlo. No sólo odia al personaje -al fin de cuentas un fantasma literario- sino todo aquello que directa o indirectamente confirme el elevado valor de esta obra gaucha".
Juan José Hernández Arregui (ensayista argentino que a partir de 1955 inició una ambiciosa producción destinada a revisar "el pensamiento nacional" que lo colocó como uno de los referentes principales de la izquierda peronista).
BORGES: EL NIHILISMO DEBIL
Si bien debemos admitir que el desdén por Borges en aquellos años cincuenta se debía en cierta medida al sectarismo, al sociologismo vulgar y a la politización total, por otra parte también debe reconocerse que él hacía lo suyo para no ser demasiado querido. Era difícil para esos jóvenes que buscábamos lo verdadero, lo bueno y lo justo, aceptar a quien subordinaba estos valores vigentes dadas sus numerosas limitaciones o, para usar un término borgeano, sus imposibilidades, como hombre y como escritor.
Paso a enumerar algunas de éstas: descreía plenamente de la historia, ignoraba la sociología, se desinteresaba de la psicología, se aburría con la política, censuraba el sexo. Corrientes enteras de la filosofía y la literatura modernas y contemporáneas le eran ajenas. Relativizaba la filosofía o la reducía a sofismas y filosofemas, y su fuente de conocimiento al respecto era la "Historia de la filosofía occidental" de Bertrand Russell, ingeniosa, arbitraria, descaradamente partidista, muy a la manera borgeana. Desdeñaba a los escritores preocupados por los problemas de la mera condición humana. Menospreciaba globalmente a géneros literarios y literaturas nacionales en su totalidad, por ejemplo, a la novela francesa y rusa del siglo XIX.
No leía a algunos de los más grandes novelistas del siglo XX, se burlaba de Proust y desconocía a Thomas Mann o Musil, entre muchos otros, y hacía ostentación de no poder terminar algunos libros clásicos. Las artes plásticas no le interesaban demasiado, la música le estaba vedada. Sus comentarios críticos eran deliberadamente parciales y caprichosos, a menudo alevosamente equívocos. Caricaturizaba las interpretaciones económicas o políticas de la literatura, pero a su vez incurría en no menos artificiosas interpretaciones literarias de la economía o la política. Tenía el prurito de "conocer lo que casi nadie conoce, pero ignorar lo que todo el mundo conoce".
... Más irritante resultaba que, en tanto se burlaba de muchas supersticiones argentinas, respetaba en cambio otras igualmente rechazables como las glorias militares y los árboles genealógicos. Aunque era antifascista no se oponía a las dictaduras militares de tipo tradicional. Era antirracista con los judíos pero no con los negros a los que recomendaba la esclavitud, En algunas ocasiones tenía razón por malas razones. Por ejemplo, el peronismo era atacable, pero no precisamente por haber otorgado el aguinaldo a los trabajadores; estaba en lo cierto en combatir a los devotos de la ex Unión Soviética, pero equivocado al confundir stalinismo con socialismo.
Con el tiempo, no obstante, pude comprobar que en una república de las letras que se destaca por el conformismo, el asentimiento cómplice y el oportunismo, Borges osaba en algunas ocasiones, no en todas, y aunque a veces por malentendidos, nadar contra la corriente. Combatió, aunque sólo fuera con las armas de la ironía, o con gestos irreverentes, algunos prejuicios argentinos: el gardelismo, el fútbol, el peronismo. Esto le valió ser estigmatizado por el nacionalismo populista. Inmune a las exaltaciones del sentimentalismo patriótico decía que "a la audición del Himno nacional prefería la del tango "Loca". En un país donde hasta los llamados progresistas son respetuosos de la poderosa corporación clerical, osaba proclamar en unas Navidades que él no las celebraba porque no era religioso y si fuera religioso no sería cristiano y si fuera cristiano no sería católico, provocando con declaraciones de este tipo, homilías de obispos acusándolo de blasfemo, aunque después de su muerte trataron de apropiárselo.
Tal vez, su rasgo más destacable sea su capacidad de mantenerse inmune al contagio de esas pestes emocionales, esos delirios colectivos de unanimidad que suelen atacar a los argentinos en ciertas circunstancias de su turbulenta historia contemporánea. Su voz discordante frente al coro unánime -los escritores en primer término- que aclamaba el Mundial de Fútbol durante la dictadura de Videla, se enfervorizaba ante el amago de guerra con Chile y deliraba con la absurda y sangrienta aventura de las Malvinas, me hizo sentir menos desolado en esos días aciagos y me deparó la sorpresa de descubrir que era posible compartir alguna emoción con Borges.
Juan José Sebreli (animador permanente del debate intelectual argentino mediante una profusa y siempre polémica producción que abarca la crítica literaria y cultural, la filosofía, la historia contemporánea y la ensayística sociológica. "El nihilismo débil" fue escrito en 1996).
BORGES Y EL POLEMICO SER NACIONAL
Hacia 1955 el peronismo ya había separado las aguas entre diversos sectores de la sociedad. Los por entonces referentes intelectuales no fueron ajenos a esta fragmentación en el pensamiento contemporáneo local. Entrecruzadas visiones sobre "lo nacional" y lo que esto involucra pusieron en escena a figuras como Marechal y Borges.
El acercamiento, por aquellos años, de Marechal al peronismo, produjo una ruptura con Borges, así como también con todo el grupo de la revista "Martín Fierro", que tiempo atrás los había unido. En 1955, distanciados ya, Leopoldo Marechal pronunció una conferencia, por la entonces radio del Estado. Este trabajo, que el autor de ?Adán Buenosayres? tituló "simbolismos de Martín Fierro", era ante todo una propuesta para demostrar la vigencia del poema de José Hernández. En esta obra, en la que Marechal encontró un vasto bosque de símbolos profundos y posibles referentes de identidad, Borges apenas halla que: "si la mayoría de los gauchos hubiesen procedido como Martín Fierro, entonces no tendríamos historia argentina. Nuestra historia es mucho más completa que las vicisitudes de un cuchillero de 1872, aunque esas vicisitudes hayan sido contadas de un modo admirable", y más adelante "y creo que pensar que, de algún modo, Martín Fierro nos simboliza, es un error, ya que Martín Fierro corresponde a un tipo de gaucho, y este país ciertamente no fue obra de gauchos. Los gauchos no habrán pensado en una revolución, en organizar el país y, sobre todo, no hubieran compuesto literatura gauchesca. Creo que hemos confundido el mérito estético del Martín Fierro que, ciertamente es grande, con el hecho de suponer que ese libro nos representa. Yo no me siento representado por ningún gaucho, y menos por un gaucho matrero. No hay ninguna razón para que ocurra esto". Para Marechal, en cambio, esa obra es "la materia de un arte que nos hace falta cultivar ahora como nunca: el arte de ser argentinos y americanos".
Marechal pensó que Martín Fierro personifica a una mayoría que la clase que "organizó" el país marginó, confinándolo ?confinándola? al desierto. Que a su regreso, la aparición de los hijos de Fierro simboliza una constancia: que el país sigue enajenado. Ese misterioso final de "la vuelta" ?Fierro, sus dos hijos y el hijo de Cruz desparramándose "a los cuatro vientos", para realizar una promesa que "no la puedo decir, pues secreto prometieron"? implica para Marechal una misión: los cuatro personajes se van a los cuatro puntos cardinales del país para producir ese tan polémico y de esfumosos márgenes "rescate del ser nacional".
A pesar de estas prolongadas diferencias que mantuvieron a ambos autores distanciados y sin dirigirse palabra, José Edmundo Clemente, subdirector de la biblioteca nacional durante todo el período de gestión de Borges (1955-1973), comentó, en una entrevista reciente, que tras la muerte de Marechal (26 de Junio de 1970), cuyo velorio se realizó en la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), ubicada a tres puertas de la Biblioteca Nacional, Borges le pidió "véngame a buscar más tarde, así me acompaña, pero ahora voy a ir a la SADE a despedirme de Marechal." Clemente dejó pasar un largo rato y lo fue a buscar. Eran la diez y media de la noche y estaba solamente Borges y nadie más, solito en el velatorio. Entonces le tomé la mano y él, con mucha emoción, me dice textualmente: "será, Clemente, que por esta política de mierda nos hemos peleado tanto?. Y yo lo quería mucho como amigo".
La Patria según Borges
"Tantas cosas queridas. El joven amor de mis padres, la memoria de los mayores, los rostros y sus almas, una vieja espada, las agonías, los destierros, una mano que templa una guitarra, el olor de la madreselva, una enciclopedia, las galerías de una biblioteca por las que anduvo Paul Groussac, el sabor de una fruta, la voz de mi padre, la voz de Macedonio Fernández, una casa en la que he sido feliz o en la que he sido desdichado (lo mismo da), un ocaso que ya no tiene fecha, un daguerrotipo, el arco de un zaguán, el aljibe... Eso escribí. La Patria es ahora todas las patrias, todos los árboles que me dieron su sombra, todos los libros que he leído para mi bien, todos los hombres de buena voluntad, que serán y fueron y son. Creo ser un buen argentino, un buen europeo, un buen cosmopolita, un buen ciudadano de esa Utopía, clara y remota que nos librará de fronteras y batallas." (1)
Nacionalismo
"Es el mayor de los males de nuestro tiempo. Desdichadamente para los hombres, el planeta ha sido parcelado en países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de una mitología peculiar, de derechos, de agravios, de fronteras, de banderas, de escudos y de mapas. Mientras dure este arbitrario estado de cosas, serán inevitables las guerras. Lógicamente, el nacionalismo es insostenible. Los nacionalistas del Uruguay querrían que las provincias argentinas de Santa Fe, de Entre Ríos y de Corrientes fueran uruguayas, ya que alguna vez padecieron el protectorado de Artigas; los nacionalistas argentinos querrían la anexión del Uruguay. ¿Qué pensar de una doctrina que cambia según los colores de un mapa? En Grecia, donde cada hombre se definía por su ciudad ?Heráclito de Éfeso, Apolonio de Rodas, Zenón de Elea?, los estoicos se declararon cosmopolitas, ciudadanos del mundo. Debemos tratar de ser dignos de ese antiguo propósito. Se justificarían así los imperios, que abarcaron, o abarcan, muy dilatados territorios y que serían acaso el camino hacia una futura ciudadanía planetaria."
"Librarnos del nacionalismo es tarea difícil. Como dijo Oscar Wilde, la historia que aprendemos no es otra cosa que una serie de crónicas policiales. Mi padre solía decir que en este país el catecismo ha sido reemplazado por la historia Argentina. Del culto de Dios o de los santos hemos pasado al culto de los próceres. Bertrand Russell sugiere que los alumnos estudien la gradual derrota de Napoleón a través de los boletines del propio emperador, para aprender a desconfiar de lo que se publica." (2)
Fuentes:(1) y (2) ?Diálogos?, por Néstor J. Montenegro. (Nemont Ediciones, 1983)