Es como si realmente estuviéramos abriendo un libro antiguo; uno de esos enormes libros cosidos, de pesadas y polvorientas tapas de cuero, tal vez con algún raro relieve repujado en el centro que anticipara y ocultara al mismo tiempo las maravillas de una historia que pudo ser y que nunca podremos ni querremos comprobar. "Lo que voy a relatar sucedió en un tiempo
lejanísimo; cuando los continentes tenían otra forma y los ríos tenían otro curso. Entonces, las horas de las Criaturas pasaban lentas, los Brujos de la Tierra recorrían las montañas Maduinas buscando hierbas salutíferas, y todavía resultaba sencillo ver a los lulus, en las largas noches de las islas del sur, bailando alrededor de sus colas. He venido a dejar memoria de una grande y terrible batalla", leemos al comienzo de Los días del venado primera parte de la que será la trilogía La saga de los confines, de la mendocina Liliana Bodoc. Publicado recientemente por Norma (que inició por esta novela la colección Otros Mundos) el libro nos remite de inmediato a la tradición de la más pura literatura épica. Lectora intensa, desordenada y audaz, Liliana Bodoc confiesa que viene "de una infancia, con largos períodos de enfermedad, entonces leía. Yo no podía estar en la vereda jugando, pero podía estar con Alicia en el país de las maravillas. La literatura es tan importante para mí, que a veces he tomado decisiones cruciales en mi vida aferrada a un verso. ¿Qué hago?, me preguntaba y me acordaba de Maiacovsky y decía: hago esto. La literatura es un puntal". Y esta vez, en su primera novela, la sostiene con una contundencia impecable. Grandes dosis de poesía, imaginativos personajes, climas y atmósferas maravillosos pero verosímiles, diálogos de clara intención coloquial, un original uso del vocabulario y la creación de palabras nuevas donde se nota el concienzudo trabajo de estilo, son los ingredientes que Bodoc utiliza para desarrollar una intriga donde el bien, el mal y la magia son los protagonistas de una historia épica muy bien contada.
¿Cómo se te ocurrió escribir este libro?
La idea inicial fue la magia. Desde chica mantengo una afinidad importante con lo mágico. Para mí lo mágico es una forma de entender al mundo, una forma de relacionarse con el cosmos. Siempre he estado vinculada con lo mágico pero quería que mi tratamiento literario fuera con seriedad. Tuvieron que pasar muchos años para que pudiera escribir una novela desde lo mágico y también desde lo americano. Todo empezó ahí.
Acotemos el término "mágico": ¿en lo literario, en la naturaleza, en la vida?
La literatura y la magia han estado unidas desde el principio de los tiempos. Los textos sagrados de todas las culturas son mágicos o tienen elementos mágicos. Pienso en la magia como en una constante de la civilización, en la magia le hace saber al hombre que no está separado de las cosas, que no es distinto de su entorno, sino que es hermano de él. Esto
es muy propio del indígena americano. Y este es un punto de unión. Cuando digo hombre mágico digo el hombre que todavía puede entender lo que le dice un ficus, por ejemplo, porque cree en el ficus. Si nos alejamos de la magia, ya no entendemos lo que nos dicen las cosas. De alguna manera es saberse hermanado con todos. Es lo que decían los surrealistas y muchos otros antes, hablar de la magia como de la vida. Creo que la magia es una forma de
conocimiento.
Y esta reunión de lo mágico con lo americano, ¿cómo aparece?
Lo mágico aparece de millones de maneras. Con animales, frutos o actitudes de la tierra personificados; pero aparece como un sustrato permanente y eso es lo que quise que se manifestara en mi texto; quise que apareciera como una cosa cotidiana, porque el hombre americano es un hombre mágico. No es un elegido, que está como por encima de los demás.
Tiene todos los elementos de la novela épica. Habláme del sentimiento de lo épico.
Yo tenía mi historia y sabía que seguía un molde épico. Me atuve a las condiciones y las reglas de la épica: que tuviera sus héroes, sus viajes, sus guerras, su gesta heroica, su división maniquea entre el bien y el mal. Esta es una historia de una gesta colectiva, de muchos pueblos moviéndose a través de vastos territorios para librar una batalla final contra el Mal con mayúsculas.
El rol que tienen los personajes femeninos en tu novela tienen características singulares.
Los personajes femeninos están vinculados con la sabiduría y con la ternura, con la paciencia, con eso de saber esperar al hombre que vuelve de la guerra, con saber esperar la cosecha o la lluvia.
También la presencia y el protagonismo de los niños en tu novela es infrecuente en la épica.
Mirá, no se me había ocurrido. Me doy cuenta ahora. Es cierto. Y tienen una presencia muy fuerte. No sé, tendría que ponerme a pensar por qué están.
Y a mí no se me había ocurrido la asociación con lo americano.
Me alegra muchísimo que me digás eso. La asociación con lo americano me sirvió para mi trabajo pero no lo busqué premeditamente; me sirvió para abrevar en tradiciones, leyendas, imágenes, nombres, paisajes, pero nunca me planteé una referencia textual y que el lector se remitiera a tal o cual imaginario indígena. Lo americano me sirvió como sustrato para armar este mundo, que podría definir como un imaginario contra los avasallamientos. Entonces busqué en lo nuestro. No iba a remitirme al imaginario celta o alemán, como pudo haber hecho Tolkien, por ejemplo. Yo deconstruí el paisaje, la tradición, la historia de América, pero sin ninguna intención de que se viera ese sustrato ni que se leyera tal cual. Es un mundo propio,
cerrado.
En esta deconstrucción simbólica por un lado y reconstrucción literaria por otro, ¿en qué libros abrevaste?
En la literatura que todavía nos queda, en las tradiciones, en las leyendas, leí libros antropológicos, el Popol Vuh y los libros que explican el Popol Vuh; leí poemas indígenas, crónicas, biografías, diarios; leí a Hernán Cortez, a Colón, a Alvar Núñez Cabeza de Vaca, a Galeano. Una inmensa cantidad de cosas.
¿Cuánto hay de imaginación y cuanto de recreación de toda esa investigación en la novela?
Hay mucho de una y de otra cosa. Un dato, por ejemplo, me servía como disparador de imágenes o situaciones. De inspiradores, si querés.
En una entrevista te asimilaron, muy erradamente, a Harry Potter.
Mirá, la verdad es que cuando vi ese título los quería matar. No entendieron nada.
Creo que lo tuyo es más Tolkien, por lo épico. Harry Potter es literatura fantástica.
A Tolkien lo admiro profundamente, lo he leído con intensidad. Creo que indudablemente estamos emparentados por el género, pero distanciados por lo ideológico en el sentido amplio de la palabra. Tolkien en sus maravillosas historias marca, por ejemplo, que hay razas superiores por naturaleza, los elfos y por eso son bellos y sabios. Esa es una distinción muy importante, además del estilo, del lenguaje. Pero también los personajes son diferentes; Tolkien no trabaja con los aspectos íntimos de los personajes, cosa que me parece que está bien en él porque sus personajes son grandes, fantásticos, maravillosos. Más allá de estas diferencias formales, está la diferencia conceptual que te mencioné y que me parece fundamental.
Es que los personajes de Tolkien son imaginarios, totalmente fantásticos, planos, sin evolución, sin aristas; los tuyos, son humanos: evolucionan, tienen conflictos, personalidad propia, más allá del marco del "tipo" del guerrero, el mago o el mensajero.
Eso es lo que quise lograr. Quise hacer personajes con más aristas, con dudas, más como nosotros.
El protagonista, por ejemplo, el guerrero, es machista, autoritario, severo. ¿Tomaste a alguien de modelo?
(Risas) No, a nadie. Pero sí, Dulkancellin es un soberbio; muchos amigos me decían "lo odio", pero también tiene todas las virtudes del héroe.