Procesando...


Raquel Fluixá

Raquel Fluixá

La pintura de Raquel Fluixá se distingue por el admirable equilibrio que logra entre el impulso y la razón. Lo emotivo, vigoroso, fuerte, hábilmente tramado en forma y color, está contenido, bien tensado, puesto al servicio de una idea: conocer y a la vez aclarar su enfoque de la vida, que es de índole estética y lograr una cuota más de belleza y un indicio más del inefable misterio de la existencia.

Su "Carnaval en la quebrada" expone la alegría de las máscaras, de la fiesta, pero la artista, a su través, suelta su fantasía erótica y multiplica su vida en otras vidas, explota la posibilidad del arte de ser uno y ser el otro, de ser cada una de esas máscaras. Los tonos predominantes son los cálidos y el movimiento vertiginoso del cromatismo indica la inquietud gozosa de la multitud en un rito de exaltación espiritual.

Esa exaltación, que está presente en toda su pintura y que la califica como buena observadora desde un punto de vista positivo, se tematiza en "La siesta" donde, fuera de la habitual modorra -injustamente llamada provinciana-, le deja el rol central al amor, al momento de descanso y de placer, por eso lo llena de fantasía, por eso tiene demasiada luz para conciliar el sueño y el recurso del "collage" subraya lo erótico, esa maravilla que sólo le está permitida al ser humano porque tiene que ver con la imaginación y el refinamiento.

La sintaxis de Raquel Fluixá es compleja y profunda. Se demora en las texturas, se detiene en las gradaciones del color, en los modulados y en las relaciones de curvas, contracurvas y escorzo o sólo aboceta y simplifica, según convenga en cada caso. Los espacios nunca son neutros sino que se unen a la figura en un todo único, como un coro de afinada entonación, que hace de la disonancia un elemento clave. Ella siente -sin duda- que la disonancia es una característica de hoy y como es una romántica, apunta su expresión a los sentimientos.

Su "Amanecer" está cargado de presagios, al tiempo que nos dice que amanece, que la vida sigue, que cada día es una aventura y un desafío y que, por lo tanto, vale la pena levantarse.

En "Todo terminó" ha figurado el llanto de las mujeres y un Cristo con una mirada desgarradora. Estamos solos -pareciera decirnos-, librados a nuestros demonios y más que nunca requerimos de un juicio crítico, como el que ella intenta desde la pintura a través del expresionismo, que en su faz más significativa es de legítima estirpe ética: de allí la validez universal, la actualidad y la permanencia.

Desde las escenas alegres de bailes y tranquila vida cotidiana, como "Cumpleaños", hasta el conflicto social-racial de "Chiapas" y el salvajismo milenario de la crucifixión, pasando por los personajes de "Gula" y "Vagabundo", Raquel Fluixá pone belleza con una vigorosa narración, acorde con el panorama de nuestro tiempo, caótico, ambiguo, egoísta, pero de ninguna manera inmodificable. Su obra, por lo tanto, es espejo de lo mejor de sí misma, de su confianza en la recuperación social y de su fe en el hombre.