Gastón Alfaro apuesta al ser humano cuando pinta, graba o dibuja y se juega entero. Lo hace en forma consecuente desde que estudiaba con Suárez Marzal y Rosa Stilerman, particularmente a través de sus vigorosos grabados. En ellos, blanco y negro entablan un contraste dramático de opuestos: libertad-opresión, justicia-poder, honor-vileza.
Diría que el suyo es un arte semejante a un licor de fuerte graduación, un trago duro que golpea pero que también puede curar el frío y templar el ánimo.
En 1984 se ocupó de representar aspectos de la nefasta represión militar, a través de las figuras dolidas y heroicas de las Madres de Plaza de Mayo. Hay aquí todo un juego de formas abstractas de gran interés plástico. Ropa, piel, músculos y huesos se alternan sucesivamente y a veces en forma simultánea conformando matices unívocos de una evocación reivindicatoria. El blanco da la tónica y el negro señala límites, define e identifica. Las incisiones son minuciosas y colaboran eficazmente sensibilizando la superficie.
Humanidad dolida y elocuente emoción nos salen al encuentro desde los grabados de este narrador-artista que ha forjado, desde Mendoza, testimonios incuestinables de una época y que sin duda pasarán a la historia del arte.
En forma paralela, pinta, y lo hace con el mismo dramatismo expresionista, con el mismo vigor rebelde, no apto para señoras gordas ni mujercitas de nervios frágiles.
Temperamente tempestuoso, materia espontánea e indómita. Su óleo "Ábralo", que participó del certamen "Unión Carbide", es puro movimiento y rítmica moderna, con excelente composición de planos y juego de colores.
En algunos cuadros ha buscado el auxilio de la geometría para contener sus desbordes y ha preferido la sugerencia, como en "Me hundes y me aplastas", donde hay cierto goce de la materia y del color, como un descanso de la temática que lo obsesiona. Aparece, así, otro modo de conjurar las posibilidades que ofrecen modulaciones, chorreados y transparencias.
Los bodegones o naturalezas muertas, que frecuentó a lo largo de su trayectoria, fueron ganando nuevo esplendor. Las manzanas parecen rodar por la mesa y todo vibra en ardiente plenitud: naturalezas vivas, de cálida sensualidad y atractiva belleza. Pero aun en las más serenas, la suya es siempre una obra honesta, sentida, apasionadamente humana y ajena a las modas y las concesiones al éxito fácil.
Nacido en Viña del Mar en 1945, se radicó en la Argentina en 1952. Egresó de la Escuela Superior de Artes de la UNC en 1971 y presidió la Sociedad de Artistas Plásticos de Mendoza entre 1985 y 1988.
Ha sido escenógrafo de la la Fiesta Nacional de la Vendimia y recibido numerosos premios. Entre ellos, el primero de grabado del XI Salón Municipal de 1975; el primero de grabado de los salones Vendimia de 1979 y 1980; el primero de grabado del Salón Bienal Provincial de 1982 y el primero de grabado del Salón Vendimia de 1983.