Procesando...


EXODO 1. Partida

1
Escribe. Sin tener muy en claro su destino inconcluso.
Ha trazado su estigma y ahora lo persigue como una sombra.
La página es un océano desierto, sin escamas.
Una danza feroz se bate sobre su cielo de almidón.
Aflora el feto, sale del lienzo azul a beber de otra agua,
la que tarde o temprano ahogará su impulso original,
su torpe arremetida.

2
Al solitario ya no lo ciegan ni el brillo ni el bullicio.
Comprende ahora que la salida es un dibujo rectangular
trazado sobre un muro.
Intenta descifrar la voz que le describe el contenido
del insondable abismo.
Pero al instante esa visión es polvo.
La verdad es una mariposa que no soporta las caricias.

3
Es el momento en que lo cotidiano se transforma
en hecho luminoso.
Enloquece la brújula porque el imán que nombra cada cosa
huye de la prisión gramatical.
El que se agita entre dos cumbres deshoja lenguas blancas.
Sabe y no sabe. Lo que no tiene de profundo
perfora una pregunta indescifrable.

4
Piensa. -Es mejor no pensar-. Piensa.
Es mejor sucumbir entre la niebla espesa
que amortigua los golpes y las develaciones
de los cuerpos desnudos.
Todo lo tiene por perder.
Se obstina, sin embargo, en descifrar los laberintos
y el corazón de los espejos.

5
-Que no te engañe el ornamento-
Cantan los niños de su consciencia.
Busca refugio en la belleza de los jardines ardientes
en otoño.
Se enfrenta al sol tapándose los ojos con las manos.
Guarda secretos inocentes.
De tanto en tanto abre los ojos para ver la frescura del alba.

6
a Liliana Bodoc

Él sabe que la muerte es un espejo hueco.
Él sabe, porque su corazón es un dínamo y no sabe vivir
si la energía se detiene.
En sus manos abiertas se puede distinguir el mapa de su angustia.
Todo eso lo sabe.
Pero no puede detener a la fuerza feroz que lo seduce.
La muerte es una hermosa hembra.

7
Del mar ama la bruma.
También los barcos que le calan el vientre.
Sin embargo, en su desierto, sólo hay peces que un día
fueron petrificados por el viento.
En su desierto de provincia donde un nombre lo nombra.
El aire es transparente entre las cumbres.
La lluvia trae el eco de sus primeros sueños.

8
Había transitado innumerables vidas cuando se abrió el relámpago.
Vio la mísera mueca repetida cuyo cordón de cal enlaza
el cuello de los monitos parlanchines.
Entendió que el silencio es una alegoría de todos los idiomas.
No fue más sabio. Pero al menos encontró una certeza:
- Cada hombre es una constelación que se traza en los ojos
de los guardianes del infierno -. Y eso es una mentira.

9
Al llegar al umbral echó todas sus anclas.
Acorralado por la mirada inquisidora de los necios
decidió detenerse.
De la profundidad surgió, como un grito quebrado, una canción
que había escuchado muchas veces.
Ya no sufre de vértigo. El miedo a la ribera de los cauces
va trocando su piel en una propulsión que lo desborda.

10
Amó hasta reventarse y no encontró el sosiego.
Temía, como cualquier mortal, al abrazo que las arañas
tejen para ocultar la soledad.
Amó y los vacíos siguieron esparciéndose.
Una mujer mezquina descargó sobre él nueve estocadas.
Lo tenía todo escrito en su mano derecha.
Nunca confió en las sinuosidades de esos jeroglíficos.

11
Si hubiese estado en Roma
cuando las llamas obedecieron a Nerón,
abandona ese barco con la piel inflamada.
Pero su tiempo no era ese, ni el de las epopeyas,
ni el de los hombres con la camisa desgarrada como escudo.
Su tiempo adulto transcurre en una farsa iluminada
por espejos azules y fósforos mojados.

12
Entró en un laberinto. Encriptó la salida.
Quemó las naves. Inició su periplo entre el fragor
de los aplausos y el peso del ascenso.
Echó a rodar. Fue levantando objetos con la respuesta
impresa en su estructura.
Con esos materiales grávidos y fugaces
construyó sobre el terreno de su espalda palacios de oropel.

13
Toda línea avanza o retrocede en forma recta
hasta que un golpe quiebra su equilibrio.
El sintió crujir ese madero como crujía muchas veces
la tierra de su infancia.
Su confusión consistía en creer que el ancla se reía.
Le costaba soltar. Le costaba despegarse del veneno profundo
que la serpiente oculta en su discurso.

14
- Los dioses se nutren del engaño.
Saben muy bien cómo inflamar la carne complaciente:
Sobre la superficie, ellos bailan, ellos ríen, ellos pintan espejos,
ellos juegan a la ruleta rusa en nuestras sienes -.
Escribía el solitario, y declaraba así su hostilidad
hacia la candidez de los incautos.
Los dioses viven en redes invisibles.

15
Con las manos crispadas era difícil para él
dibujar sombras chinas.
En la tensión se descarrila el horizonte -escribía-
y dejaba dispersas las flechas en el suelo.
Desde el abismo, un rumor incesante
le corroe la médula.
Una bandera blanca le aturde los sentidos.

16
No vio el molino de sus brazos ni la pared creciendo en el camino.
El canto de sirena lo aturdió, y no escuchó su llanto.
Leyó miles de páginas menos la de sus ojos.
Edificó un palacio sobre el agua.
Cumplió el destino del eclipse.
Aprendió finalmente, que no hallaría reposo
hasta enfrentarse con su sombra e incendiarla.

17
La cruz de las iglesias lo acogían como la rosa de los vientos.
Le placía flotar en esa paz ingenua donde abrevan
las bestias que se complacen en parecer inofensivas.
Entraba a contemplar los íconos
que acumulan en sus ojos una tristeza rancia.
Un susurro perpetuo humedece el aire de los sitios
donde conviven la dicha y el espanto.

18
A menudo, su dolor se desliza como un perro mojado.
Otras veces, su dolor se agazapa a la espera de un espacio
donde se afiance la sábana tendida de la calma.
También hay días que su dolor es una garra hambrienta.
Si encontrara la punta del ovillo, conocería la cascada sonora
que brota en la garganta de los que se conforman
con alcanzar el cénit de su calle.

19
Es ardua su maraña. Como también son arduas las piedras de su oráculo.
Sus preguntas tienen como respuestas otros interrogantes.
Cansado de regar una tierra insaciable
decidió plantar sus dudas en la humedad que peina a la llanura.
Un jardín con palmeras es un edén cuya belleza
se sostiene con raíces cosidas a una cáscara.
Su aguja despreciaba esas pequeñas hebras que no soportan ningún sol.

20
Un Garibaldi. Un Bonaparte. Un Alejandro Magno.
Admiraba esos seres que atravesaban todos los meridianos.
Donde la vida arde, el solitario tiende sus despojos
para que el fuego seque su cansancio.
Desde su nacimiento, anda explorando los lugares
donde es posible descubrir una emoción.
Sólo el hastío le refleja la estela de su herrumbre.

21
Toda la carga que acumuló en su espalda se desplomó
de modo estrepitoso.
Lo abandonaron todos los que a su alrededor
caminaban livianos.
Es más, lo señalaron, empaparon su boca con el vinagre del desprecio
y le arrojaron esa esponja mugrienta a la altura de su camisa blanca.
El que acaricia a los caimanes, termina siendo devorado.

22
Le bastaba caminar unos pasos para ungirse
con el bálsamo etéreo de la felicidad.
Era consiente del candor que habitaba en su circunferencia.
Pero el anillo verdadero abrazaba un territorio más extenso:
un reptil que alimenta su instinto comestible
asfixiando la plegaria infinita de los desesperados.
Un territorio donde todos son presas.

23
Hasta las rocas más compactas se dilatan cuando sufren
y una gota salina les surca el vidrio, el musgo o el granito.
El tenía los ojos secos, a su propio pesar, los ojos llenos
de preguntas, de imágenes, de mínimos detalles, pero secos.
No recordaba ni el sabor, ni la textura, ni el lento discurrir de la humedad.
El desierto y sus extremos implacables lo azotaban.
A veces, una cálida luz le exprimía su dolor.

24
Llueve a tal punto que el horizonte es un calidoscopio.
El solitario decide claramente mojarse.
No divaga sobre la purificación ni el desafío.
Simplemente se envuelve en ese manto opuesto
al cálido destino que tiene todo manto.
Todo transcurre en un ambiente anfibio.
A partir de la fecha sólo los peces beberán de su frente.

25

La medusa acaricia y el filamento de su ternura quema la piel.
-La medusa es hermosa,
y embriaga a quien contempla su aureola fluorescente.
(Pensaba el solitario mientras vertía gotitas de vinagre en sus heridas).
¿Qué poderosa sed lo arrastra hacia el humus marchito de los pantanos?
¿Qué ingravidez lo expulsa a las antípodas?
El caos es la calma en permanente acción.

26
El no quería de ninguna manera ascender al cadalso.
Aunque la turbulencia sacudiera la cuerda floja de su eje
su alegría era intensa como el cuerpo de la velocidad.
No quería expiar sus culpas porque sentía que era injusto
el mensaje envuelto entre las piedras que llovían en su rostro.
Harto de todo, decidió separar el trigo de la paja.
Ató la paja a un palo para barrer el oro falso de la espiga.

27
Los abrazos más tibios que recuerda fueron de despedida.
(En la desolación, se alzan los espejismos de la euforia).
El peso fugaz de una pluma sobre el barro que cubre sus mejillas,
le sobra y basta para un escalofrío redentor.
Alguna vez jugó a construir un universo con las pequeñas piezas
que juntaba en una caja áspera.
Guarda vestigios todavía de aquellas creaciones.

28
La leche tibia de una mujer inmensa no le alcanzó para calmar su sed.
Tampoco los peldaños que fue subiendo aplacaron sus ansias.
Siempre sintió que había nacido en un tiempo y en un lugar equivocado.
Sabía que su existencia era más leve que el cuerpo de una lágrima,
y que ese cuerpo contiene la paciencia del óxido.
Sabía también que la cadencia de sus pasos se detendrá
ante una puerta que siempre permanece cerrada, cubierta de cenizas.

29
Ahora aflora el éxtasis. Ahora es una luz fugaz que se estrella
en el vacío azul del tiempo eterno.
El recorrido de la chispa hacia el trueno es un momento
tan intenso, tan breve, tan completo y tan extraordinario
que no puede permanecer sin apagarse.
El conocía la textura de los espejos de colores,
aunque sus ojos vieran cristales preciosos evaporándose.

30
Tarde la lucidez disipó el humo de la cólera ciega.
Cuando la sinrazón le consumía el oxígeno,
su cuerpo reaccionó expulsando el temor a las ramas marchitas
que lastimaban sus acciones con graznidos de pájaros rasantes.
Se sintió levitar. De su pecho cayeron eslabones
como caen las hojas cuando ya no dan sombra ni calor.
La distancia entre la superficie y el abismo es un paso certero.

31
Detenerse en el fino espesor de los detalles era un suplicio
que prefería obviar. Su apetito era frugal, pero le complacía
sentarse en una mesa de grandes dimensiones.
A manos llenas era el tamaño de su torpeza.
Tanta abundancia fue forjando en las líneas de sus años
un río seco, sediento de transcurso.
Una botella naufragó mientras el solitario sigue esperando la ola mensajera.

32
Escapó del fulgor sacudiéndose el polvo de sus hombros.
Después de confesar su pena por escrito
entendió que el único valor es el camino que la palabra
recorre hasta la conmoción.
No le guardó piedad ni a su temor, ni a su osadía temeraria.
Todo éxodo es una huida y una búsqueda.
Partir es una forma de transitar un círculo.