Procesando...


FOTOGRAMAS

/Contra el cielo y a favor de la tierra

/El pueblo quiere saber qué se ha hecho de su pan y su vino,
de su techo y sus ladrillos,
de su arado, sus pinceles y sus libros.

/Tal vez si los arquitectos se volvieran albañiles
y se juntaran con otros albañiles
y siendo todos distintos
fueran al mismo tiempo un solo cuerpo, una misma casa,
sabrían entonces colocar ladrillos relacionados entre sí
de tal manera que levantarían
una casa sin centro con el centro en todas partes.

/Los cuerpos saben de qué se trata.
A los cuerpos les duele el cuerpo.
Les duele el hambre, la enfermedad, los sueños.
Les duele la ignorancia, la tortura, el desempleo.
A los cuerpos les duele el deseo y la cricia,
Les duele el cuerpo.

/La muerte es grande.
Por eso le abrimos garganta al viento,
los colores al aire y la sed al vino.
Tenemos hambre de estrellas.
/la luna sin agua cae por las ramas,
la tierra sin brotes sube por el humo,
el arado hace saltar al sol en pedazos.
Y las crías corren, empujan y devoran
las hierbas y la leche.

/El sentido de la vida es cualquier cosa pequeña
que se pueda olvidar rápidamente.

/Hasta que un día el viejo se vuelva fantasma
para que en la misma vereda
otro viejo hable con su sombra.

/Por fin me voy de esta casa, dijo,
mientras barría las hojas.
Era su último otoño.

/La vida se originó en una sopa
primordial y nutricia,
hace millones de siglos.
Sus moléculas se cocinaron a las brasas,
Con agua, arroz, orégano, sal y una pizca de manteca.

La niña, que no había leído a Zaratustra, habló:
-No creo en Dios ni en Papá Noel, y
Sobre el Ratón Pérez tengo mis serias dudas-.

/Sobre las palabras pesa el derecho de admisión.

/Las palabras atrasan.
Miméticas de lo que ya fue,
nombran a las existencias que ya no son.

/Los puntos de vista no tienen el filo de la espada
ni la dureza de la bala.
Son las flores de los escombros cuando la guerra acaba.

/Y están los desesperados del canon,
los que dictaminan sobre libros
que aún no han sido escritos.

/La historia exhibe su retórica mezquina
donde sólo figuran peripecias de mañosos.
Pero, entonces, Santillán,
que tiene veintidós años y un montón de sueños
se detiene en su huida para auxiliar a un compañero herido.

/Soñé que no tenía miedo
y en el espejo relampaguearon dos puntitos burlones.