Henos aquí, quemándonos despacio
entre gajos y flores cenicientas,
ciegos, desposeídos, colmados,
tal vez lúcidos,
ebrios de nuestros cuerpos
tejiendo un falso puente de ternura
sobre el azul atroz, infatigable.
Sabiendo que este vuelo de ramos y de nubesla estrella que adoramos
y el manto que nos cubre como el ala del sueño
y la piedra que aguarda nuestro nombre, y el pan
entre cálidos lienzos, como un niño,
y el animal que acerca en su mirada
aconteceres bárbaros, remotos,
son sólo las figuras desvaídas, mortales
que esconden a uno ojos de agua y humo
el rostro que supimos y olvidamos.
(en "Nacer en la Palabra")