De HISTORIA DE TU AUSENCIA
Y ni rosas ni nunca,
ciertos adioses solo.
Ni pensar cómo giran
su dedo los relojes
en el día sin fondo,
sin estaciones,
solo.
Y ni rosas ni nunca,
ni volveré
y adioses.
Por que hay novias
que aguardan
a orillas de relojes
aunque nunca
y adioses
con un ruido de andenes
rápidos,
toses pálidas
y cruces anegadas
de parientes y párpados.
Así pasa el domingo
___ su tortuga en la tarde ___ su tortuga en la tarde ___ su tortuga en la tarde ___
arrastrando su lenta
muchedumbre en las calles.
(Las muchachas detienen
la oficina en el bolso:
números como nombres,
lápices, direcciones
donde alguna sonrisa insistirá
besándolas,
olvidando y besándolas
para olvidar tan solo.)
Y ni rosas
ni nunca
ni pensar
y relojes
donde esconden,
reptantes,
los domingos la cola
a lo largo del rostro,
la voz,
los peatones.
(Los matrimonios llevan
disgustos minuciosos,
un programa de cine donde la vida es corta
y llaves y pastillas
y pequeñas prisiones.)
Porque un día sin fondo
repta por los relojes
y ni rosas ni nunca,
ni volveré
y adioses.
Mendoza, 1956