De LA LUZ DE ENTONCES (1963)
La calle dio un alarido. Pasó partiendo botellas.
Al fondo, quedó la calle con toda la lengua afuera.
El año juntó sus meses y ese día hizo una hoguera.
Abochornado de llamas el sol rajaba la siesta.
El Mágico, loco lindo, cruzó hechizado de señas
como siempre que volvía de sus grandes borracheras.
Cuando el Mágico entra al vino, rompe moradas compuertas
y convoca antiguos brujos bajo la paz de la siesta.
Ahora está en la alegría y se acuerda y no se acuerda,
pero ha caído de pie: iluminado de flechas.
El barrio duerme en los gatos. La brisa ha izado su vela.
En la memoria del Mágico, el universo navega.