Ayer de los ayerescuando corría tullido detrás de una mujer,
cuando no podía andar bien, digo
cuando estaba mal parado ella
ocurrió el traspaso de la antorcha.
Frente a frente sentados nuna confitería
la hermosa me decía este es el final de etapa
y empujábame para que despejara el camino.
Me sostenía yo no sé cómo
para no caer de la silla, era víctima
de un amor deportivo.
Entonces intervino un ángel bueno
ojos azules hombre
que antotra mesa estaba y acudió a reemplazarme.
Sí, porque se miraba con ella
por encima de mi hombro y me di cuenta
de todo lo que me di cuenta. Chau dije.
Y al angelote bueno de azules ojitos
le pasé la antorcha ardiente para que,
como le tocaba a él entrar en carrera,
se quemara los dedos igual que yo.