Procesando...


El montañés que vio el mar

Entre estos montes de sangre,
entre estas montañas lívidas,
moraba el hombre cenceño
que verdes ojos tenía.
Lo vimos más de una vez
sentado en las cumbres ríspidas,
echando a volar las aves
que en sus miradas dormían.

En su aclarar de malvas
con estrellas desteñidas,
el montañés de ojos verdes
se nos fue sendero arriba.
Llegó a la cumbre hecho sombra
y se perdió entre neblinas.

Con lentitud de camellos
sobre arenas encendidas,
por nuestro valle pasaban
los años en pardas hilas.

Pero una tarde de oro,
por la mañana amatista,
vimos llegar un viajero
que nadie reconocía.

Era el hombre de ojos verdes;
mosaicas barbas traía;
lluviosas barbas de espuma
nevadas y retorcidas;
murmullos de caracolas
en sus palabras había,
y al dar sus manos dejaba
aromas de agua marinas.
¡ Nunca tan verdes sus ojos,
ni sus miradas tan limpias ¡
Donde él sus ojos posaba
horizontes florecían.

- ¡He visto el mar, montañeses!
¡ He visto el mar! - repetía,
mostrando los dientes blancos
entre una roja sonrisa.

Y el valle, desde esa hora
dio rosas de lejanías.

(en "Romancero", 1932)